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Primer Día #30

  • Foto del escritor: Mellower Fanatic
    Mellower Fanatic
  • 15 oct 2018
  • 6 Min. de lectura

California: 9366 Km 

7 de marzo /2014 

—Buenos días madre—saludo animadamente el joven Mike entrando a la cocina,estaba vestido con un Jersey gris, pantalones de franela azul rey y unas Converse Negras. No era muy fan de las gafas, pero desde pequeño habia tenido que usarlas,  sufrió un tumor maligno cerca de la córnea que pudo haberlo dejado sin vista. Tuvo que someterse a cirugía para salvarle el ojo derecho,  obligándolo a tener que llevarlas. 

—Buen día Cariño, aquí tienes —. Le respondió la señora Kim poniendo frente a el un deliciosos plato de Wafles con miel y jugó de mora. 

—Gracias —habló apresuradamente con una mezcla dorada de harina y huevos en su boca. 

Su madre sonrió regresando a la cocina por otro plato. Su nuevo hijo aun no bajaba, algo que le comenzaba preocupar. 

—Mike—. Lo llamo a media preparación de Waffen-SS,  ya había puesto la mantequilla. 

—¿Señora? —respondió entrando al amplio arte culinario. 

—¿Donde está Hoseok? —preguntó citandolo en lo que ponía un huevo revuelto para evitar que se quemara la crema. Así se había presentado Jung Ho-Seok el día que se bajo del avión. 

No es fácil empezar de cero en un lugar que no conoces, pero no se darían por vencidos, lograrina que se sintiera cómodo. 

Mike término de lavar los platos, se seco las manos en el mantel que tenía su mamá atado a la cintura. 

—¿Si sabes que hay una toalla justo encima del microondas? —comentó irnoicamente. 

—Lo sé, pero tu estabas más cerca. —declaró escogiendose de hombros. 

—¿Y Hoseok? 

—¡Voy a despertarlo! Lo más seguro es que se haya quedado dormido —; manifestó subiendo las escaleras del primer piso. 

Llegó hasta la habitación de Nam-Joon (Lugar donde ahora estaría Hoseok mientras duraba su intercambio) 

— Toc Toc —. Llamó a la puerta dos veces. Pero nadie respondió. —¡Hey Tío!  Es tu primer día,  no deberías llegar tarde. —volvió a insistir,  puso una oreja en la madera color cobrizo que media dos metros, del otro lado no se escucho nada. 

—¿Sera verdad que se quedó dormido? —murmuro poniendo una mano en el pomo. Giro la manilla entrando en el cuarto. 

El cielo se torno oscuro, la nubes delineaban el atardecer con tristes convinaciones, el ambiente se volvió igual de frágil como en ese momento se sentía el pequeño Hoseok. 

Despertó en un campo atacado por la sequía, trato de adaptarse a su alrededor pero todo le era borroso, sobo con fuerza sus pupilas aclarando su Iris color sombrío (gris).  

Cuando al fin pudo distinguir el lugar en el que estaba, sintió como la soledad y abandono crecían en su interior abrumandolo con fervor.  

Se paro con rapidez viendo solo trigo, era un mar amarillo, se sintió como una aguja en un pajar. 

—¡J Hope! —chillo a lo lejos su nombre una voz que le erizo el vello de los brazos. 

Se volvió para mirar al dueño de esa sensación. 

—¿Tae? —exclamó con un hilo en la garganta, no vio a su amigo enfermo,  vio a su compañero de la vida entera como el primer día que lo conoció. —el instituto para Mudos y Sordos— su sedoso cabello café caida sobre su frente como cascada, los pocos rayos del Sol que habían sido oscultados por los deseo del clima, brillaron en lo alto de una colina provocando que tornara como oro.

Sus mejillas tenían un leve sonrojo, su cara tenía más carne, la imagen que de él guardaba estando al borde de la muerte se había ido.

Tras reconocerlo bien el chico con cabello naranja salió a su encuentro abriéndose paso entre las sosegada plantas que los tapaban por completó. 

—De verdad lo siento—; se diculpo mientras lo abrazaba. 

—Esta bien, Esta bien. Ya no llores—. Comenzó a tranquilizarlo acunando sus lágrimas devolviéndole el gesto. 

Todo parecía haberse perdonado. Sonrió al final satisfecho de volverlo a ver. 

En un Segundo su fantasía se agrieto. 

Tae comenzó a desmayarse. Después de que se separaran, se tornaron sus labios morados, el color se perdió en un palido aspecto. —Dejó de sonreír —

—¡Es tu Culpa! —intervino una segunda Voz. 

Era Min Yoongi. 

—Suga,  Yo no... —intento justificarse pero empezó a tartamudear impidiéndole terminar. 

Retrocedió un paso para después resbalar. 

Una rama de trigo, falta de agua le sostenía el tobillo por encima del pantalón con fuerza. 

Trato de zafarse arrancando las hileras. No pudo lograrlo, otra rama cogió su mano derecha. Vio a Yoongi inclinarse hasta quedar cara a cara.

—Claro que es tuya, las cosas que haces afectan a otros, lo que pasa es que no te das cuenta. Por eso vives saltando de un lugar a otro arrasando a tu paso; personas que ni siquiera conoces ¡No volverás a acercarte a él! Y de eso me encargo yo. 

Suga cogió en brazos él cuerpo otra ves esqueletico de Tae desapareciendo por el campo. 

—¡No! ¡Por favor! —Le suplicó a la espalda del Hermano de su mejor amigo, pero este ignoro escucharlo. 

Hoseok luchó en vano con las platas que inmovilizaban su cuerpo. —¡No otra vez Suga,  te lo pido! 

Siguió gritando.  Pero ya no había nadie que le respondiera. 

Al final se rindió. Dejó que las lágrimas bañaran su rostro. 

—No. Tae —susurró.

La tierra bajo sus pies se desvaneció.

Todo se volvió oscuro y el aire ahogo sus palabras,  algo o alguien comenzó a dejarlo sin oportunidad de poder respirar. Dejándolo inconsciente. 

Me despierto en un aullido, con imágenes de un desierto y Tae siendo llevado de mi lado de nuevo. Miro con detenimiento el lugar donde estoy. 

—Este no es mi cuarto — llegó a la conclusión inspeccionando mejor lo que hay: 

Es una habitación grande, sencilla y modesta; un gran armario, una televisión pegada a la pared, en una esquina hay un escritorio vacío—seguramente para que  coloque mis cuaderno y libros ahí—. Cerca a la cama encuentro mi maleta, se suponía debía desempacar pero solo logre sacar mi pijama. 

Me recuesto de nuevo.  

—Toc Toc—. Oigo que alguien llamaba a la puerta. Mi garganta está lo bastante seca como para articular alguna palabra, prefiriero no responder. 

Hago a un lado las sabanas que arroparon mi cuerpo en la noche saliendo de la comoda con rapidez, un punzante dolor en la parte trasera de la cabeza me provoca mareo. 

Examino al lado de la cabecera una mesa de noche con una caja rectangular negra que marca la hora. Los ojos casi se me salen de las órbitas cuando veo lo tarde que es: 

6:10 Am. 

Corro hacía la puerta poniéndome primero unas pantuflas de conejo que encuentro en el armario. 

El pomo empieza a girar abiendo la cerradura al tiempo que me acercó. Chocó con alguién. 

—Lo siento—. Se disculpa primero un chico. 

Al levantar la vista veo que es Mike. 

—Hola—. Lo saludo mientras me sobo el cuello y detrás del cerebro. 

—¿Estas bien? —pregunta al tiempo que me brinda una mano. Se la acepto tomando impulso para ponerme de pié. 

—Estoy bien —confirmó.

—¿Te quedaste dormido? 

—¿Por que lo dices? —respondo despreocupadamente. 

—Pues, — opina mirando la cama destendida— te acabas de levantar. 

—Si... Todavia no me acostumbro al cambio de horario—. Justificó mi retrasó. 

—Esta bien, solo... Bañate rápido y baja a desayunar. Mi madre preparó Wafles—añadió saliendo del cuarto, hago lo mismo y voy a bañarme.

Almenos las ducha son iguales. 

¿No usan uniforme? 

Wow, y yo que me había resignado a tener que ponerme saco y corbata. 

¡Genail!  

Deshago mi maleta sacando todas las mudas que traje, al final me decido por un Jean negro un poco desgastado en las rodillas, una camiseta con el estanpado de mi Banda favorita blanca... Y... Converse blancos.

—Buenos días señora Kim. —Saludo a la madre de Mike.

—Pero que formalidades muchacho. Llamame Marián. —dijo cariñosamente, poniendo ante mí un deliciosos desayuno. 

—Esta bien Marián—, la elogie comiendo con rapidez—Estaba seguro que llegaría tarde —. Pero quería tener esperanzas. 

—Calmate Chico— se dirigió a mi el esposa de la señora Kim. 

Él si usaba saco y corbata. Estaba bien peinado y arreglado (listo para trabajar) 

Me puso una mano en la espalda mientas se sentaba a mi lado, Marián se dirigió a la cocina rápidamente. 

—¿Que tal dormiste? — preguntó de repente, tome un gran vaso de jugó para responderle. 

—Bien,  gracias. 

—Me alegra. 

Asentí llevando el plato a la cocina, iba a lavarlo pero Mike no me dejó. 

—Vamos, que entremos a las 7 no quiere decir que podamos relajarnos,  además si fallamos un minuto no nos dejaran entrar.—apresuró cogiendo su maleta que reposaba en un sillón. 

—Dejalo,  esta vez lo lavare por tí, pero la próxima esperó te levantes a tiempo—interrumpió Marián refiriéndose a mi plató. 

Sonreí penosamente despidiendome de Ella y el señor Kim. 

—¡Que les vaya bien! —Nos deseó sirviéndole el desayuno a su esposo. 

Mike cogió unas llaves que habían dentro de un tazón de vidrio verde encima de una mesa de cristal. Nos dirigimos al garaje donde un convertible blanco con placa PGT 301 estaba parqueado. 

—Sube.—Ordenó encendiendo el motor 

—¿No Tengo que llevar un cuaderno o algo para anotar donde tengo clases? —dudé subiendo de copiloto. 

—No es necesario,  si fuera un estudiante nuevo cualquiera podría ser; pero en tu caso es diferente. —aclaró.

—¿Por que es diferente? 

—Por que eres un chico nuevo de intercambio, así que, lo que tienes que hacer es ir a la dirección.  Ahí una guía te explicara todo respecto al colegio:  Tu horario, actividades, proyectos...Etc. Entonces podrás empezar. —Explicó saliendo del cuartel.

—Veras que será fácil, te acostumbraras—Trato de tranquilizarme. 

Pero aún así,  sabía de antemano lo diferente que sería. El auto aceleró por las calles del vecindario, durante el trayecto retuve el impulso de morderme las uñas. 

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Mike en Multimedia. 


 
 
 

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